FLAMENCO. EN TIERRA EXTRAÑA.
Entre el 8 y el 20 de
Septiembre se celebra el ciclo “Septiembre es Flamenco” que
forma parte de la Bienal de Flamenco de Sevilla, punto de referencia
internacional de esta forma de expresión andaluza a la que la Unesco ha venido
a calificar como Patrimonio de la Humanidad en dos mil diez. Agradecemos que
tal institución fije su interés por lo que forma parte de nuestro acervo
histórico, por nuestra forma más jonda (no honda) de expresar infinitos matices
en los sentimientos, desde la alegría al llanto, a través del baile, del cante
o con el toque de un instrumento. Aunque haya quien lo ha redescubierto
siguiendo el reconocimiento de la Unesco, en Andalucía, siempre se respiró en Flamenco,
cualquier andaluz, aparentemente profano en la matería, lleva silente ese gen
jondo y profundo, agazapado, a la espera de salir con el toque de una guitarra.
La sangre nos delata. La grandeza del Flamenco es la de las cosas sencillas y
sin pretensiones porque lo que presume de grandeza suele estar vació y ser
artificioso. El Flamenco es una de las señas de identidad de España, usándose como
lucrativo reclamo turístico por quienes nada tienen que ver con la cultura o la
antiquísima historia de Andalucía. ¡Poderoso señor es don dinero!. En su propia
tierra, el Flamenco y sus artistas, no siempre son valorados, ni tampoco
siempre lo fueron. Cuando en 1847 la reina Isabel II concede la explotación de una
de las dos ferias de ganado de la ciudad, en concreto la de Abril, a los
foráneos Narciso Bonaplata y José María Ibarra (a los que la historia mal
contada atribuye el incierto honor de inventar la Fería de Abril) para explotar
la magnífica feria de ganado, los naturales de Sevilla convierten aquel enriquecedor
negocio del Prado de San Sebastián en mucho más que un lugar de transacciones cuando
la inundan de sus bailes y cantes, desarrollando una popular modalidad del
Flamenco, procedente de la seguidilla: el cante y baile por sevillana, a los
que los organizadores de dicha feria ganadera, escandalizados por tanta
expresión popular, llegaran a restringir en favor de otros bailes procedentes
de Europa como valses y mazurcas…. Las expresiones flamencas pasaron a los
cafés cantantes y los colmaos pero las clases más altas y los europeizantes lo
siguen mirando por encima del hombro, como a una expresión inculta e ignorante,
aunque divertida. Lo autóctono siempre resultaba de poca consideración frente a
lo foráneo y mucho no ha cambiado la historia, aunque parezca que sí. Muchos de
nuestros artistas viajan fuera para poder vivir dentro y en las escuelas no se
enseñan las raíces de nuestra música, ni el baile ni el cante aunque se admire
desde la Unesco. Ninguna autoridad andaluza se desgarra las vestiduras si un
importante centro cultural como La Peña Flamenca Torres Macarena se cierra por
orden gubernativa. Las peñas son las transmisoras del Flamenco de una
generación a otra, las que acunan este Arte para que no muera, los pilares, y ésta,
en concreto, es un importante enclave, germen de la Bienal de Sevilla pero, aún
así, desde el gobierno andaluz y desde el Ayuntamiento de Sevilla se la trata con
el desprecio de lo no valorado. Como si estuvieran en tierra extraña.
Carmen
torronteras de la Cuadra.
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